domingo, 6 de julio de 2014

La chica de la playa

Daniel camina frente al mar, mira al horizonte, pero  ella no vendrá, han pasado meses desde su último encuentro, aquella mujer de cabello rojo y ojos verdes, que cada atardecer bajaba a la playa con un cuaderno de dibujo y carboncillos,  sentada entre las rocas a plasmaba  el entorno, las olas en su vaivén, eran tan perfectas que parecía  escucharse el sonido, las gaviotas volando, parejas jugueteando en la arena, incluso a él,  así fue como la conoció, ella le miraba y sonreía, le hizo un retrato  a él con Jack su cocker, curioso se acercó, quedó sorprendido de la facilidad de aquella bonita mujer para el dibujo, le pidió disculpas por su atrevimiento y se presentó, su nombre era Anais, me entregó la hoja, recogió sus enseres , con la mano de dijo adiós y se marchó, la contemplaba mientras se alejaba, su sencillez le había cautivado., desde aquel día Daniel esperaba ansioso la hora del paseo con su perro..

Entre ellos nació una hermosa amistad, así lo sentía Daniel, Anais le contó que era enfermera, trabajaba en el  hospital, aunque en ese momento se encontraba de baja laboral a causa de una depresión, el dibujo le servía de terapia, Anais, era una mujer extrovertida, alegre, aunque en  su mirada  se reflejaba melancolía, despertó un gran interés en Daniel, desde el primer momento se sintió profundamente atraído por ella, cuanto más la conocía le parecía más fascinante , aunque llegó un momento en que a Daniel  no le cuadraba que una mujer como aquella atravesara una depresión, él era asistente social además  licenciado en psicología, ella no parecía padecer ninguno de los síntomas, no encajaba  en el perfil, en ocasiones, algo   en ella le inquietaba.
 Daniel la invitó a salir una tarde, tomar un refresco en una terraza, ella lo rechazó amablemente, que ocultaría  siempre evitaba que la acompañara a casa, eran  amigos, creía saber todo de ella, no sabía que pensar, ella se mostraba cariñosa , como si sintiera algo por él pero a la vez distante, decidió que lo mejor era disfrutar los momentos junto a ella, conformarse con verla en la playa, no perdía la esperanza de que su actitud cambiara.

Sus encuentros duraron cerca de un año, Daniel la llamaba su chica de la playa, en este tiempo se besaron en un varias  de ocasiones, aunque después ella se levantaba y lo dejaba solo, tras  su último beso, cuando parecía que pasaría algo más entre ellos, Anais con la voz entrecortada le susurro que no quería dañarlo, por favor no preguntara, Daniel le acarició su bello rostro, necesita saber que sucedía realmente, si jugaba con él, ella pasó sus dedos por los labios de él y le hizo callar, al día siguiente ella no apareció, Daniel esperaba que fuera por algo fortuito, una semana después seguía sin tener noticias de Anais, no tenía modo de contactar con ella, imaginó mil situaciones, aunque acabó pensado que solo era una loca que se había divertido burlándose de él.

Pasaron meses y un día en el lugar de la playa en el que se reunía con Anais encontró su blog de dibujo, Daniel sorprendido, comenzó a mirar hacia todas direcciones, pero ella no estaba, triste , lo  cogió para hojearlo, en la primera página  había un escrito, Anais  le pedía disculpas por su comportamiento pero no explicarle  su situación, tan solo  decía que fue sincera en sus sentimientos hacia él, su nombre no era Anais, ni era enfermera, tampoco padecía  depresión, esperaba algún día regresar y  contarle  toda la verdad, no estaba loca como seguro pensaría  , era algo complicado y peligroso, como el estar un lugar en un momento que no era el adecuado y ver lo que no debía, le encantaría contactar con él pero no se lo permitían, había logrado dejar el cuaderno de paso hacía una nueva ubicación, le estaba dejando pistas para que el fuera capaz de deducir por lo que estaba pasando  ella, en la última hoja estaba escrito su nombre real en un dibujo que era para él, que lo observara detenidamente pues le diría mucho más. Daniel, desconcertado busco ese dibujo, eran el mar picado, entre la espuma, unas letras esparcidas, al colocarlas  se podía leer Georgina, una caracola era arrastrada a la orilla, dentro en, tres siglas P. d T., Daniel pensó que eso era una locura, lo descifró como  Protección de Testigos, en la arena estaba escrito Te amo.

Daniel se levantó y con el cuaderno  en las manos dejó la playa, mientras se alejaba  en su mente el rostro de aquella mujer y un solo pensamiento, quizás algún día volvamos a encontrarnos
Magda Jardí
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